El Retrato

 

El Retraro

El Retrato

    Un retrato entre mis manos. Un retrato que veo y no me canso de ver, pero aunque lo vea tantas y repetidas veces no recuerdo quienes son. Siempre lo llevo conmigo y no comprendo el porqué. Solo puedo entender que son una pareja de jóvenes posando en una foto ya marchitada por el tiempo. A mi edad ya la memoria me traiciona y se estaciona en un punto en blanco que no me permite viajar en mis recuerdos y así encontrar la mejor manera de identificar quienes son los personajes de la imagen.

Una tarde de clima agradable, estaba sentado en una silla bajo la sombra de un arból, sostenía el retrato entre mis manos como un valioso tesoro que siempre llevo conmigo. Las caricias del viento me invitaronn a levantar la mirada ya cansada por el paso de los años y ese levantar de la mirada me dió la gracia de ver a unos niños jugando muy cerca de mi. De pronto todos a la misma vez se levantan y corren hacia mi para abrazarme, darme un beso en la mejía y al unísono me dicen: te queremos mucho abuelo.

Mi más común gesto salta para liberarme, entonces sonrío y paseo la mirada por cada uno de ellos, esa mirada me llena de satisfacción que hasta siento descanso en mi alma . Pero, sin pena les confieso que no entiendo el significado de la palabra Abuelo. Ellos vuelven a su juego, me miran y se sonríen. ¿Quienes son esos niños? No tengo ni la menor idea. Abuelo, ¿Será ese mi nombre? Realmente no se ni quien soy, ni que hago en este lugar. Solo se que me cuidan, me ´protegen y me dan de comer.

Dos mujeres de mediana edad se acercaron donde yo estoy y se sentaron una a cada lado de mi, me preguntaron como estaba o si queria algo de comer o beber, yo simplemente les dije que estaba bien y no quería nada. Las miré a las dos y no sabía quienes eran. Los niños les decían mamá y yo sonreí al escuchar que las dos tenían el mismo nombre o tal vez era su apellido. 

    Ahí estabamos cuando se abrió la puerta trasera de la casa que conduce al patio, lugar donde estábamos sentados. Salió un hombre y se dirigió hacia nosotros, se paró frente a mi, se arrodilló para estar a mi nivel, me abrazo, medió un beso en la mejía, me dijo te quiero y me preguntó como estaba. Yo vi que en el brillo de sus ojos se mostraba la fortaleza y la ternura a la vez, pero no encontré palabras para responder su pregunta, lo quedé viendo con la mirada un poco perdida y le sonreí. El por su parte, luego de platicar un rato con las dos mujeres, me sobó la espalda y se fue adentro de la casa.

    Mientras tanto, las dos mujeres y yo continuamos sentados viendo a los niños jugar. El tiempo fue pasando y el sol bajó su intensidad. Ellas seguían platicando y yo no entendía de lo que hablaban. Me involucraban en su conversación y yo me limitaba a mirarlas, no sabía que responder o como integrarme a su plática. Suspendieron la conversación para dirigirse a mi y me dijeron: Papá, vámonos para adentro ya esta oscureciendo y hace un poco de frío. Me agarraron las dos de ambos lados para que me levantara, en eso preciso momento sopló un aire tibio con olor a nose que y eso dio lugar a que mi mente se abriera y mi memoria me permitió que lográra entender quién soy. 

    Lágrimas de emoción, de felicidad o de sorpresa surcaron mis mejías al lograr reconocer que las dos mujeres a mi lado eran mis hijas. Ellas al ver mis lágrimas se asustaron e inmediatamente me preguntaron que me pasaba, que me dolía o porqué lloraba. Yo por mi parte no respondí nada, solamente las abracé con fuerza y con la seguridad del amor paterno,  una fuerza ciclónica estremecía el interior de mi y aún con toda esa hecatombe estremeciendo mi interior, logré exclamar y decirles con voz suave, tierna y  firme  “ Mis hijas”. 

    
    El hombre que momentos antes había estado con nosotros era mi primogénito, mi único hijo varón. A todos ellos tenía mucho tiempo de no verlos, aunque más bien creo, era el tiempo de mi incapacidad de no reconocerlos. Fue hasta ese momento que logre reconocer, que la foto que siempre tenía en mis manos, es una vieja foto de cuando mi esposa y yo eramos novios, los niños que jugaban eran nuestros nietos.

    Caminando pausadamente hacía la entrada trasera de la casa, dirigí la mirada hacía una ventana grande de vidrio, atravéz de ella logre ver a mi hijo platicando con su madre. Apresuré el paso para ver a mi esposa y a nuestro único hijo varón, logré cruzar la puerta y los escuche hablar, pero para mi triste realidad en ese preciso momento mi mente volvió a su estado de letargo y no recuerdo nada más de los últimos momentos vividos en esos felíces instantes de mi existencia,

    Bajé la mirada hacía mis manos y logre ver que aún con todo loque pasaba todavía tenía en ellas el retrato de una pareja, no se quienes son, ni porqué siempre lo tengo conmigo. Mi mente solo revoloteaba en busca de saber la respuesta de quien era esa pareja, porqué consideraba ese retrato como mi gran tesoro y que hacía yo en esa casa. Posiblemente en un futuro muy cercano lleguén a mi mente algunos momentos de claridad o lucidez que me entreguen la verdad de  mi vida, verdad que de momentos me hará libre y prisionero a la vez.

F.Toledo
04/25/2023.


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