El Inmigrante.

El Inmigrante.

El Inmigrante.

    Este pequeño libro narra en síntesis los acontecimientos sociales que obligaron a muchos nicaragüenses a autoexiliarse en los años 80' por no comulgar con una causa partidaria, las vivencias en el transcurso del viaje desde su salida de Nicaragua hasta llegar a tierras en USA y los primeros meses vividos en esa gran nación del norte. Tambien se describe una panorámica de los familiares que permanecieron en Nicaragua en espera de noticias y del re-encuentro familiar en otras tierras.

Seguidamente les invito a leer un pequeño fragmento de mi libro "El Inmigrante"



El Inmigrante.

I Parte.

    Esta pequeña pero real historia está enmarcada en las décadas de los años 70’s, 80’s y los 90’s , es la época a la que los nicaragüenses llamamos “La década perdida”, da sus primeros pasos una tibia mañana de Marzo en un país sumido en su más trágica crisis económica y política registrada en toda su historia, represión, censura informativa, desempleo, desintregración familiar, luto, niños de estómago vacío y futuro incierto, etc. 

    En un hogar y en ese sufrido pueblo como en muchos otros a lo largo y ancho de sus fronteras, daba comienzo un cambio en una familia, un cambio de consecuencias insospechables, en dicho hogar todo era silencio,  en el interior de la casa los  integrantes de la familia se cruzaban unos a otros en un caminar apresurados buscando algo que no era material, algo intangible, buscaban afanosamente y sin saberlo una respuesta lógica a los acontecimientos  que se avecinaban. Todos se cruzaban miradas y era obvio cada uno tenía preguntas en silencio sin respuestas justificables, pero en un espacio que podríamos considerar como espacio en blanco en la casa o la zona cero, uno de los miembros de la familia permanecía casi inmóvil y se vestía muy lentamente como queriendo pausar al tiempo, mirando a su alrededor el corre corre de sus familiares, gotas de sudor frío no necesariamente causados por el cálido clima bajaban por su rostro hasta llegar a sus mejillas. 

    Como un lamento elevado al cielo lloraban niños aunque estos ajenos completamente a la desdicha familiar, sollozaban mujeres y para bajar un poco la tensión o por causa de los nervios se escuchaba de vez en cuando una carcajada que salía de uno de los cuartos, en la sala un equipaje ligero para lo que parecía un corto viaje esperaba por el infortunado y en la acera una hombre de mediana edad sereno y meditabundo con sigilo conversaba con los vecinos quienes se acercaban a él para dar un aliento de esperanza y fortaleza, tenían conocimiento de la situación que estaba atravesando esa familia y existía  la posibilidad de que pronto también les correspondería a uno de ellos vivir esa misma situación o tragedia, no podían levantar la más mínima sospecha de lo que estaba por suceder por temor a los simpatizantes del gobierno en turno y por la seguridad de todos los miembros de la familia y de ellos mismos. Era una situación difícil que afectaría directamente la forma de vida de toda una familia, estaban viviendo un duro momento el cual sin quererlo ni esperarlo e impotentes sólo pedían fortaleza para pasar esa tormenta, era como un detonante esperando que alguien lo activara. 

    Para cualquier persona que respeta la dignidad humana, que ama a su familia y disfruta de esa relación hasta en los más sencillos e insignificantes momentos esto es un trago amargo, es como una avalancha de piedras sobre un castillo de cristal, es una situación que golpea muy fuerte el corazón y que hiere de muerte lo más profundo de los sentimientos tanto del que se marcha como de los que quedan en casa. Cada segundo que pasaba acercaba más y más la hora de marcharse a Roberto Castillo, el mayor de cuatro hermanos, padre de dos hijos, quién tenía por esposa a una mujer de muy buenos sentimientos, respetuosa de la vida y de su relación de pareja,  él era un buen hijo y hermano, un buen padre y esposo, y al que los lugareños consideraban un buen vecino.
 
    La situación que estaba viviendo lo obligaba a buscar nuevos horizontes que le permitieran brindarles una vida libre, decente, digna y segura a su familia, aunque estaba consciente que su partida causaría dolor y lágrimas tanto a su familiares como a él, también comprendía que era la única opción viable para garantizar una mejor calidad de vida a sus seres queridos, pero sobre todas las cosas y más que cualquier bien material estaba el sueño de alcanzar la libertad y el respeto a la vida para él y los suyos.

    Roberto estaba obligado a dejar su casa y la comunidad como si lo que estuviera haciendo fuese un crimen, aunque para el gobierno en turno esto era un delito y para todo ser humano esto marcaba definitivamente la violación a uno de tantos derechos humanos como era la restricción a la  libre movilización. 

    Salió de su casa entre sollozos de sus familiares quienes aguantaban en silencio el sufrimiento de su partida por temor a la represión, su hijo menor le sonrió cuando lo tenía en sus brazos, lo besó e inconscientemente y por su corta edad absolutamente distante de la realidad le dijo: te quiero pápa no tardes en regresar y dándole un abrazo le dio su adiós y lo vio marcharse. 

Roberto salió de su pueblo sin mirar atrás y con un nudo en la garganta que no le permitió pronunciar más palabras hasta transcurrido un buen lapso de tiempo, llevaba en sí dos grandes presiones, el abandonar a sus seres queridos por que no había otra salida y la posibilidad de que autoridades militares hubiesen puesto un retén militar y detuvieran el bus para bajar a todos los jóvenes y ahí mismo terminaba su viaje hacia la libertad cambiando abrupta y radicalmente todos sus planes futuros, esta presión no le permitía pronunciar palabras pero sus pensamientos viajaban a mil por cien y no dejaba de preguntarse entre otras cosas ¿Qué le deparaba el destino no solo a él, sinó a su familia? ¿Cómo ayudar a su esposa cuando se enfermen los niños? ¿Cómo apoyar a sus hijos en su diario vivir? ¿Cómo afrontaría su esposa los problemas sola? ¿Qué represalia sufriría su familia por su partida?, etc. etc.

Su esposa una mujer joven quien trabajaba en una oficina bancaria del pueblo como cajera y sabía que con su sueldo no podría cubrir todas las necesidades del hogar por mucho que lo intentara, en parte por el raquítico salario que devengaba el cual con costo le permitía cubrir las necesidades básicas del hogar y por otra parte sin el apoyo económico que Roberto aportaba a la economía del hogar.

Hay que mencionar que había que mantener dos hijos y además pagar la deuda que adquirieron para cubrir en parte el viaje de Roberto y garantizarse ella y sus hijos por lo menos tres meses sin pasar mayores necesidades económicas. Ambos albergaban la esperanza que para cuando hiciera falta un poco de dinero ya Roberto estaría en su destino final, trabajando y ayudando económicamente  a su esposa a pagar la deuda adquirida, cubrir necesidades económicas de la familia y preparar el viaje de ellos para reunificarse nuevamente en su nuevo lugar de residencia. 

Realmente las cosas en nuestros planos mentales se hacen a la velocidad de la luz y no hay lugar para el tiempo y si algo nos sale mal en cuestión de segundos arreglamos el problema y todo se hace tan rápido como una estrella fugaz, pero  en la práctica o en la vida real toma un giro de ciento ochenta grados y el tiempo es un cruel amigo y a nadie perdona. Este ya era el caso de Roberto quien no disponía de tiempo para equivocaciones, ni oportunidades para enmendar los errores del momento.


Espero hayan disfrutado de esta pequeña lectura, si desean leer todo este pequeño libro "El Inmigrante", pueden visitar los siguientes enlaces y obtenerlo via descarga:



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